Historia de Urbina

URBINA

Más de mil años de historia


HISTORIA DE URBINA

El topónimo Urbina, en lengua vasca, significa "Dos Aguas", confluencia, lugar de encuentro de dos ríos.

Cuando los primeros pobladores se instalaron en el cerro a cuyos pies se ayuntan el arroyo Bagoeta y el río Santa Engracia, no debieron tener dificultad a la hora de elegir el nombre más adecuado para el que sería su poblado. No sabemos cuando sucedió, ni en qué circunstancias se dio la fundación del núcleo habitado, pero la existencia de agua abundante junto con la disponibilidad de terrenos llanos cultivables y fértiles ambas márgenes del arroyo Bagoeta, Bekobidea, Iturritxoa, Miguelbarrena, Ibarbalde, Angelu, Bizkargana, Zaldua... debió impulsar a aquellos colonos a asentarse en aquel lugar tan propicio. Agua, suelo fértil y bosques frondosos de los cuales seguramente se servirían tanto por la posibilidad de aprovechamiento maderero como para la explotación de los más variados recursos alimenticios, convirtieron el lugar en imán para otros moradores.

Al sur de Urbina se abre la Lautada. Llanuras onduladas con pequeñas lomas suaves, llenas de quejigos, oréganos y matorrales, decoran el paisaje que en la época sirvió como reserva alimenticia para el ganado. A partir de Luko, el cereal domina el cultivo.

Inmediatamente hacia el Este, comenzando ya desde el borde mismo del arroyo Bagoeta, comienzan las laderas del monte Erroba que, con su cima de 680,92m domina sus estribaciones. Su altitud, su geología caliza y los rigores del clima de transición continental-atlántico, permiten el perfecto desarrollo de los quejigos (erkametz, Quercus faginea), pero no así el de robles y hayas, que los encontramos en las faldas abrigadas y más altas del monte Albertia, situado a escasos tres kilómetros al norte.

Al Oeste, camino de Urrunaga y hasta Angelu, ligeras pendientes, a la sombra del Alto de Betolaza (604m) compuestas por tierras más ácidas y húmedas, acogían bosques de abedules, cedros y arces además de campos de cereal duro.

Al abrigo cálido de la cara sur del Alto de Urbina se crearon, pues, las primeras edificaciones. Desde muy temprana fecha se debió proceder al amurallamiento de la ribera norte del Santa Engracia. Mientras que otras poblaciones de la época se defendían con humildes cercas de madera, el núcleo de urbina quedó sólidamente protegido de posibles intrusos formando una robusta muralla que en algunos casos se eleva más de cinco metros sobre el nivel del río. Las dos únicas entradas al pueblo desde el sur eran las del Camino Real de Vitoria y la de Luku. El hecho de ser núcleo fronterizo con las tierras de Arrazua Ubarrundia quizá explique los porqués de tanta protección para un núcleo de aparente poca importancia. Tampoco es descartable que, al ser Urbina un pago de inevitable paso para todos los viajeros que se adentrasen en la zona holohúmeda de Euskal Herria, sus vecinos necesitasen proteger bien sus haciendas de las miradas de los amantes de lo ajeno.

Así pues, desde épocas muy tempranas (que podríamos remontar a los primeros siglos de la era cristiana), tendríamos un asentamiento humano estable formado vor varios casares, conjuntos de vivienda-establos-huertos, independientes y rodeados de tapias y con cultivos de cereal (cebadas y centenos) en las llanuras cultivables. Nos imaginamos a aquellos grupos humanos cultivando huertos para el sustento familiar, campos de cereal para el ganado y la exportación, y explotando el bosque en sus diferentes facetas: carbón, leña, madera para construcción, bellotas y frutos para el ganado porcino, helechos para la cama del ganado... Siguiendo una tradición establecida por los romanos durante su estancia en tierras vasconas: el fundus.

Web creada a mano por Andoni Cabello Pérez |  Enero 2016
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